
Esta es una película en la que su director el español Rodrigo Cortés demuestra una alta destreza narrativa al mover la cámara durante 95 minutos dentro del ataúd, sin ninguna toma en exteriores y un único actor en pantalla. Como thriller se sostiene todo ese lapso con la ubicación de la cámara en balanceados cambios de emplazamiento que impiden caer en la monotonía pero que tampoco llega a la exageración como suele pasar en la gran mayoría de producciones de Hollywood, apoyado además en un redondo guión de Chris Sparling.

La notable actuación de Ryan Reynolds quien es exigido física y emocionalmente por este personaje enterrado bajo tierra, lo lleva a un nivel superior como actor después de una trayectoria caracterizada por comedias de temporada de vacaciones junto a Sandra Bullock y de secuelas de películas de acción como Blade y X-Men. En esta oportunidad Reynolds interpreta a un ciudadano común que se ve obligado a ir a Irak para mantener a su familia y que luego de un ataque es sepultado vivo.
Además de estas virtudes, la película tiene una gran escena en la que hace una corrosiva crítica a las corporaciones y a sus cláusulas de trabajo donde el individuo tiene siempre las de perder. Metros bajo tierra Enterrado pone el dedo en la llaga en la política de los grandes conglomerados que hacen uso de una mayor crueldad en sus leyes que incluso la que hacen con su propia mano los perpetradores del protagonista.
Su final es magistral y el momento de clímax de la obra ayuda a disfrutarlo con mayor presión. Ojala el público pueda disfrutarla como otros experimentos narrativos anteriores como El proyecto de la bruja de Blair o REC entre otras. Claro que pedir eso en Bucaramanga, puede ser demasiado.
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