(Escrito el 2 de junio de 2011)
Bangkok está considerada como la ciudad de los pecados en el lejano oriente, donde los viajeros de todo el mundo, pero en especial los occidentales, van a hacer lo que no pueden hacer públicamente en sus países y lo que es mejor aun para ellos, a un bajo costo. Por eso se hospedan allí un buen tiempo mientras llevan unas vacaciones desenfrenadas y libidinosas. Claro que las políticas de “vista gorda” de las autoridades, complementada con una esmerada atención al extranjero por parte de los tailandeses, llegan a cumplir la promesa de frases como: “más allá de lo que usted se pueda imaginar”. Pero occidente también tiene su ciudad del pecado, que es Las Vegas, en Estados Unidos, donde cualquiera que vaya a estar una temporada en sus casinos y hoteles, puede arruinarse por completo, mientras se divierte como nunca lo haya hecho en su vida. Antes esto sucedía en La Habana, Cuba, pero Fidel Castro y sus amigos cerraron las puertas del libertinaje estadounidense.
Precisamente eso es lo que hacen los tres protagonistas (Phil, Stu y Alan) de Que pasó ayer 2 (Hangover 2) quienes permiten que Bangkok con su infinidad de placeres desmedidos, les permita tantos excesos, que vayan hasta el punto de la destrucción. La primera película de Hangover logró una alta carga de comedia que el público aplaudió repetidamente cuando estuvieron en Las Vegas. Fue usada como estructura, una narración detectivesca con el objetivo de descubrir los hechos de la noche anterior, con avances de pista en pista, mientras recuperaban la poca memoria en medio de una dolorosa resaca. La película además de su situación, planteó a tres personajes principales con perfiles bien definidos.
La segunda parte logra varias escenas graciosas y también mayor espectacularidad en las escenas de acción, pero toma muchos elementos repetitivos de su prototipo original que no le permiten ser tan graciosa como su antecesora. Elementos como la despedida de soltero, la pérdida de la memoria de los tres personajes, una boda a punto de cancelarse, una prostituta en medio de la aventura, un cuarto personaje perdido al que deben rescatar, una alteración física del personaje de Stu, la culpabilidad del personaje de Alan en la pérdida de la memoria y un predecible final en el que logran efectuar la boda (no estoy arruinando nada, es de esperarse este cierre). También lo es su epílogo con los fotografías de la noche de aventuras mientras ruedan los créditos. Hasta Mike Tyson vuelve a la escena en un cameo en el que se burla de si mismo, pero con mucho más ahínco que en la primera parte.
Sin embargo, por encima de calcar a su predecesora, los personajes secundarios logran hacer aportes al nuevo relato con sus exageraciones. En primer lugar está Mr. Chow, un personaje que fue antagónico en la primera parte y ahora es un aliado, quien en las escenas en que está presente, logra una personificación satírica de los estereotipos de los hombres rudos de las películas del lejano oriente y también de los desenfrenados capos extranjeros de la mafia en los Estados Unidos. Mientras está en pantalla, es el centro de atención y carga sobre sus hombros a los tres personajes principales. Estos tienen que darle una merecida venia. El otro personaje es el mono pervertido quien con su chaqueta de los Rolling Stones, también sobrepasa en humor a los protagonistas. Aunque los monos son un recurso usado muchas veces por Hollywood para alabar el exotismo de otros países o simplemente para mostrar monerías en la pantalla, en esta película es un aporte que es tomado por los guionistas de la realidad tailandesa, donde los monos conviven en las ciudades de manera habitual, pareciéndose en sus acciones a los humanos y no precisamente en las más honrosas. Igualmente hay que agregar a este grupo, al silencioso monje budista quien en su silla de ruedas hace las veces de testigo presencial y también partícipe de la disipación.
Hangover 2 pasa por todas las posibilidades grotescas del sexo pagado, con personajes maleables en medio de Bangkok, una ciudad que espera con los brazos abiertos llevar a sus visitantes a la perdición. Por eso el público se divierte y anima a los personaje en su exótico viaje.
De todas maneras, el equipo realizador trata de congraciarse con la cultura tailandesa con los globos y la memoria que se recupera con la meditación budista, pero a pesar de tanta burla, finalmente le hacen una gran publicidad a Tailandia, para que vayan más turistas, así se crucen con muchos peligros. Si en la película animada Río se mostraba a Brasil por medio de las playas y los animales como su sello particular, en Hangover 2, se lo dan con a Tailandia con las prostitutas y los moto triciclos. Con esta garantía llegarán los turistas y también los espectadores voyeristas, en cantidades alarmantes.
P.D. Alguna vez, el realizador audiovisual Diego Becerra dijo que ir a ver películas un miércoles de "bambucha" era la manera de arruinar una proyección. Tiene toda la razón. Los miércoles en Bucaramanga, se concentra en las salas un público ruidoso, insoportable y simplón, que le dañan el plan de ir a cine a cualquiera. No paran de hablar, quieren hacer su propio show mientras la proyección corre y hacen intervenciones absolutamente estúpidas en la sala. ¿Tailandia es al lado de Japón? Bangkok se parece como al paseo del comercio pero con micos, ¿cierto? o, ¿cuál película es esa 2011? Son parte de las sandeces que se oyen en la sala. Una vez más lo barato sale caro. Por tener más gente en las salas, se acepta cualquier comportamiento, solo porque es económico y los grupos grandes y bullosos dicen cualquier cosa durante todo el metraje. Cobardía al fin y al cabo, práctica muy común en los espacios públicos de este país. Seguimos teniendo en Colombia problemas con la formación de públicos para el cine. No son suficientes los pocos talleres que promueve la Dirección de Cinematografía del Ministerio de Cultura. Todavía falta mucho y los planes que hay son a corto plazo. El problema continuo de la falta de educación y el comportamiento en grupo. Por ahora, mejor no ir un miércoles a ver películas, es garantía de salir con la sensación de aborrecer el templo del cine: la sala de exhibición.