Libia Stella Gómez es una de las dos mujeres en Colombia, que ha logrado la difícil tarea de realizar un largometraje en el género de ficción cuando además de dirigir, escribió el guión de La historia del baúl rosado en 2005. La primera en hacerlo fue Camila Loboguerrero. Pero este no es el único largometraje que quedará en su filmografía. En la actualidad está en el proceso de desarrollo de su segundo largometraje de ficción llamado Matías, el titiritero que planea filmar el próximo año. Y después de éste, vendrán más, porque en su incansable disciplina para la escritura ya tiene escritos otros 10 guiones. Su carrera inició a los 12 años en Socorro, su municipio natal, como actriz en agrupaciones de teatro. A los 15 años se trasladó a Bucaramanga con su familia. Cuando tenía 17 años entró al grupo de títeres y teatro profesional llamado La oruga encantada dirigido por Ramón Latorre, en donde fue la actriz. En los años ochenta este grupo padeció la persecución política por sus ideas de izquierda y varios de sus integrantes tuvieron que salir del país y de la ciudad. Debido a esto Libia Stella migró a Bogotá, donde reside actualmente. Allí se graduó en 1997 como realizadora de Cine y Televisión en la Universidad Nacional y en la actualidad es profesora de planta de esta misma carrera. Este año fue una de los ganadores del premio de escritura para guión de largometraje de ficción del Fondo de Desarrollo Cinematográfico FDC por la obra Ella.
¿ La historia del baúl rosado, tuvo un camino largo para llegar a la exhibición, cómo se desarrolló este proyecto?
Fernando, el padre de mi hijo, me regaló un libro llamado Crónicas policíacas de los años cuarenta y en ese libro encontré lo que podían ser 13 películas interesantes. Entre esas crónicas había una que se llamaba El cadáver viajero. Esta era la historia de una niña que había sido puesta en un baúl, enviada con cal por encima, con un letrero que decía “guárdelo en el caidiso de Luisa”. Este fue mandado hacia Barbosa, Santander y regresaron el baúl porque no encontraron al destinatario. Cuando yo leí esa historia, me enamoré de ella, dije: esto es una peliculaza. Escribí en principio un guión para cortometraje y lo presentamos al distrito para una convocatoria de cortometraje. No nos ganamos el premio.
En el jurado estaba Lisandro Duque y Oscar Campo quienes conceptuaron que esa historia no cabía en un formato de cortometraje. Sugirieron que se intentara la escritura en largometraje. Era 1998, el año después de que me gradué de la universidad. Federico Durán, quien había estudiado conmigo la carrera, había regresado de estudiar en España, me pidió el guión para leerlo, le gustó, y me dijo que lo enviara a la convocatoria al Premio Nacional de Guión que estaba abierto en ese momento. Lo mandé, no tenía ninguna expectativa y gané el premio. Fue muy sorpresivo. En el 99 hice una sociedad con Federico. En 2000 nos presentamos a las Becas de Creación del Ministerio de Cultura para Ópera Prima, nos ganamos ese premio y ya teníamos 125 millones. Y a partir de ahí empezó una cadena de envíos a convocatorias de este proyecto. Del 98 al 2003 cuando se hizo la película, se presentó a todas las convocatorias y escenarios. Durante esos cinco años de desarrollo del proyecto, logramos recaudar 700 millones de pesos. La película costaba 2.000 millones pero decidimos lanzarnos al ruedo con ese dinero y en el año 2003 la película se rodó en seis semanas. Duramos posproduciendo la película dos años porque nosotros llegamos hasta ahí, con el aliento del dinero que conseguimos. En 2004 salió la primera convocatoria del Fondo de Desarrollo Cinematográfico FDC, así conseguimos 125 millones para terminar la película y en 2005 ganamos el de distribución del FDC y así se pudo estrenar.
¿Entre todos sus proyectos, cuáles son los más avanzados en este momento?
Matías el titiritero, está en desarrollo de proyecto y a punto de conseguir la financiación porque ganó también en la categoría de guión del FDC. El otro proyectos es Un tal Alonso Quijano, que se va a realizar con la Escuela de Cine de la Universidad Nacional el año entrante, si las cosas salen bien. Tengo otro proyecto que se llama Una carta para mi amiga Alicia, otros más que se llaman Canción de cuna para dormir al niñito, El hombre que parecía un poeta y Ella. Estos dos últimos años también me he dedicado a hacer documental, uno de ellos es un musical sobre un músico chocoano llamado Aristarco Perea, que se terminó de hacer hace tres años y se estrena el 5 de septiembre. El documental se llama Arista Son. Estoy terminando también un documental político que se llama El traje nuevo del Emperador que trata sobre los últimos ocho años de la vida política y social del país.
¿Por qué no todavía no ha rodado una de sus obras en Santander?
Cuando yo hice La Historia del Baúl Rosado uno de los intentos fue buscar la financiación en Santander. La única persona que nos abrió la puerta fue Francisco Centeno cuando él era director del IMCT y nos consiguió dinero, pero era muy poco. Hubiera necesitado por lo menos la mitad de la financiación para hacer la película en Santander.
Mi segunda película que es Matías El titiritero también quiero hacerla en Santander, es como una deuda que tengo. Yo no me fui de Santander porque me quisiera ir, yo me fui porque me tocó irme. Soy partidaria que uno narra desde donde es, desde su origen desde la esencia de uno, y mi esencia es santandereana. Yo no huyo de eso, mi tono de voz, mi temperamento, soy santandereana hasta la médula. Y quiero hacer la película allá, no quiero hacerla en ningún otro lado, pero si no se consigue la financiación, la película obviamente no se hará en Santander, sino en Cundinamarca en las condiciones que la pueda hacer. Lo importante es que la película se haga pronto. Ya no quiero esperar más tiempo. Ya llevo seis años en el desarrollo de este proyecto. Duré menos años en desarrollo de El Baúl Rosado, que duró cinco años, que ya me parecía demasiado tiempo.
¿Desde su experiencia cómo ve el panorama cinematográfico en Santander?
Yo creo que se han dado pasos. El hecho de que existan carreras, ha puesto sobre el tapete la preocupación: ¿qué se ponen a hacer estos egresados? Si el panorama es duro a nivel nacional, a nivel regional también. Pero yo siento que es mucho más fácil encontrar allí en esos escenarios, si hay una verdadera voluntad de dar un punto de arranque. ¿A qué me refiero? El estado tiene que invertir. Yo se que existen estos premios que se crearon con el Bicentenario que son unas posibilidades enormes de realizar, pero estos premios son muy restringidos. Premiar solamente a dos documentales y un cortometraje de ficción es muy reducido. Hay muchas áreas en donde tendría que pensarse una política que fomente el cine en Santander. Santander no es un lugar que ha estado alejado del cine, siempre han estado ahí las ganas de hacer, tenemos archivo, imágenes y pruebas de que el cine ha estado presente en nosotros.
La única forma que tiene una población de proyectar masivamente su cultura es a través de las imágenes cinematográficas y eso es algo que deberían entender las autoridades. No es solamente sentarse a lamentarse de lo poco que hay, de los pocos escenarios que hay o como sucede a nivel nacional, pelearse entre tres gatos por un plato de sopa, esa no es la actitud. La actitud es, sentémonos a ver que se nos puede ocurrir, que podríamos sugerirle a las autoridades, cómo podríamos sacar adelante un proyecto de ley, como podríamos gestionar para que haya una verdadera conciencia de que el cine santandereano tiene que existir.