(Escrito el 5 de octubre de 2011)
Entre toda la decepción que logra generar la película colombiana Póker, el defecto que más sobresale en ésta, es la deficiente construcción de su guión. Si su columna vertebral falla, los demás defectos que tiene, se le notan aun más. No logra maquillarlos ni con una cámara en continuo movimiento, ni con recurrentes flashbacks, ni con un montaje agresivo, ni con una música original pesada, ni con exceso de diálogos y gritos.
El final de la película es una clara muestra de ello, es la entrada de un deux ex machina (intervención sustancial de un elemento externo a la lógica narrativa de la historia), porque aunque hayan pistas de la importancia que puede tener cierto personaje, al final, es como si sólo hubiera importado éste y no el desgaste anterior que tuvo la obra al contar la historia de los cinco personajes principales. Incluso el tono de la película cambia, porque viene construyéndose una película en el género de suspenso, pero termina con un romanticismo infundado que no va acorde con la propuesta de género cinematográfico.
La película se desarrolla como un espiral de destrucción de cinco personas en un crescendo de emociones, que al final, deja a los espectadores con la mala sensación de que les dieron el final de otra película distinta a la que entraron a ver.
Con respecto a la construcción de los protagonistas, la película tampoco es sólida. Hace una apuesta por elaborar perfiles traumatizados por conflictos emocionales, económicos y sociales, y pasa primero a crear el estereotipo y luego a la truculencia. Los personajes no pueden salirse de su molde inicial del estereotipo, el hombre que pierde a su familia, la mujer violada, el cura tramposo, y luego el asunto empeora, porque en los flashbacks de sus recuerdos, se va metiendo más y más información, tanto así, que el pasado de ellos ya se vuelve truculento. El objetivo de la narración, era llevarlos a la mesa de póker con tanta presión que al final estallaran ahí, pero con estos personajes sucedió como pasa con las bicicletas antes de una competencia, que se les inyecta tanto aire en las llantas que cuando empiezan a rodar en la carretera, se estallan antes de tiempo. A los protagonistas se les rellenó con mucha información, lo cual hace más delusorio su incoherente final. Hay demasiada información del argumento que se entromete en la historia.
Otro punto débil, es el escenario principal de la obra: la mesa de póker. Este lugar donde los intereses de los cuatro hombres y la mujer van a chocar, primero con diplomacia y luego con violencia, no es presentado como el coliseo romano donde se devorarán los contendientes entre sí. En el tercer acto, llega tan agotada la construcción de las intenciones, que su entrada al casino es por simple inercia, porque es un casino y ya, porque en éste hay un cuarto que es el número 7 y ya. ¿Y dónde está el ritual previo al enfrentamiento? Faltó el preámbulo desafiante del lugar donde se jugarán sus vidas a todo o nada. Este lugar es presentado con irrespeto y poca verosimilitud. Es un casino en el que cualquiera puede entrar armas; un casino en que se le puede embutir a la fuerza y con violencia un trago a la mujer que reparte las cartas sin que aparezca un guardia de seguridad; un casino en el que las cámaras de vigilancia están sólo de adorno narrativo para insertar una imagen y un sonido distorsionado que manipulen más la emoción del suspenso.
Las actuaciones son pobres también y por partida doble. Primero, porque el guión no daba para que pudieran ofrecer algo más, pero también porque el casting estuvo deficiente. Los actores nuevos como Javier Ortiz quien interpreta al antagonista principal no convence para un papel con tanta exigencia, ni tampoco Angélica Prieto, como la talladora de la mesa, quien es la más fácil de olvidar. Por su parte, los experimentados Luis Fernando Hoyos y Juan Sebastián Aragón, no podían hacer mucho con sus papeles tan esquemáticos, y la corta aparición de Alejandra Borrero, más que temor, provoca risa. El único actor que sale bien librado es Rafael Novoa en su primera incursión en el cine. Lástima que sea para una película tan pasajera. Los personajes femeninos son débiles en general y los diálogos de toda la obra suenan impostados.
A esta película se le nota que le hizo falta la asesoría de expertos en guión que le hubieran dado un mejor resultado a la obra. En conclusión, en Colombia es mejor quedarse con la cerveza Póker que con la película Póker.