(Escrito el 19 de mayo de 2011)
Cuando la película Thor parecía un mito más de los pueblos ancestrales que Hollywood iba a arruinar una vez más con sus excesos y clichés, afortunadamente sucedió todo lo contrario. Su resultado final en términos generales es satisfactorio para el público y la crítica. Al dios Thor se le debía un relato honroso porque en el pasado, cuando había sido llevado a las pantallas, los resultados en su mayoría resultaron decepcionantes. No fue logrado recientemente en obras recientes como la serie de televisión Poderoso Thor, ni tampoco en un pasado más lejano con la serie televisiva animada de los años sesenta de los superhéroes de la Marvel, con sus sonidos exagerados, lentos movimientos de animación y onomatopeyas traspasadas a texto con bordes de colores.
Detrás de este acierto está el nombre del director británico Kenneth Branagh, quien se ha caracterizado no sólo por ser un actor de carácter, sino también por ser un director exigente con la dramaturgia de sus obras. Sus películas en su gran mayoría han sido puestas en escena de las obras teatrales de William Shakespeare, caracterizadas por tener el sello de una libertad creativa en su realización, que se llevaron aplausos varias de ellas. Branagh ha sido el director que en las últimas décadas ha heredado el paso de las obras de Shakespeare a la pantalla grande, lo cual en el pasado hacía Sir Laurence Olivier, uno de los más importantes directores – actores del mundo. Así que difícilmente podría esperarse un fracaso cinematográfico, al menos en lo referente a dramaturgia y actuaciones.
De todas maneras Branagh ya había manejado antes una obra con muchos efectos especiales con mezcla de ciencia ficción, en una arriesgada adaptación de Frankestein, la novela de Mary Shelley que se apegaba a la historia original del siglo XIX.
Actualmente la nueva versión de Thor respeta el planteamiento mitológico del héroe nórdico con un primer acto que se contextualiza en Asgard, el reino de los protegidos de Odín, donde sus guerreros libran una lucha eterna con sus enemigos, los gigantes de hielo. Con la tecnología 3D y los efectos especiales, la serie de secuencias se puede disfrutar mucho más, porque junto con la dirección de arte, vestuario y maquillaje hacen un deleite visual al servicio del conflicto principal acerca de la arrogancia y sus consecuencias. Incluso Anthony Hopkins, quien últimamente ha hecho varias actuaciones predecibles y parecidas entre sí, representa con verosimilitud a Odín, el rey de Asgard.
Los conflictos en el reino de los cielos estuvieron desarrollados con mucho oficio, tanto así que en el momento del contacto de Thor con el mundo de los humanos, las acciones se desarrollan con soltura. No hay disparates, ni exageraciones. Las escenas de acción con el poderoso martillo son impresionantes.
El nuevo actor australiano Chris Hemsworth le da su propia identidad a la caracterización de Thor, cuando por la cantidad de millones de dólares invertidos podía predecirse que se contrataría a algún actor famoso para que su nombre trajera más público. Ojalá hubieran hecho lo mismo con la película Troya, que protagonizó Brad Pitt. Pero igualmente Hollywood no se detiene en dejar su marca y estropea parte del relato con sus injerencias. Una de ellas es reducir al personaje de la científica Jane Foster (Natalie Portman) a solo decir líneas de temor, mientras huye del peligro, en varias escenas, a tal punto que el personaje abandona la inteligencia planteada inicialmente. Es el cliché de la mujer desamparada que necesita de su héroe para salvarse. La figura obligada del agente principal del FBI (Clark Gregg ), quien es el antagonista de Thor en la tierra, no infunde ningún temor con sus forzadas líneas de tipo duro con traje impecable y gafas oscuras. Pero en especial lo que más falla son los diálogos finales en el momento del clímax del enfrentamiento de los dioses, que desnivela lo logrado en casi toda la narración. Los diálogos de esas escenas pueden ser los mismos de cualquier otra película de aventuras de ciencia ficción de alto presupuesto. La marca de la diferencia que había logrado Thor se pierde en esa secuencia. Ya en su epílogo, la obra queda abierta para que haya una segunda parte. Se tienen confianza la compañía Paramount Pictures por lo hecho en esta primera cinta y ojalá sea otra vez Kenneth Branagh quien la vuelva a dirigir. Inspiraría confianza. En manos de otro, se perdería la secuela de una película que sí logró acercar el mito de Thor al público masivo.
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