(Escrito el 22 de agosto de 2011)
J.J. Abrams se convirtió en un director famoso cuando fue uno de los creadores y el productor ejecutivo de la serie televisiva Lost (Perdidos) durante seis años, en los que captó la atención de los países occidentales y buena parte de países orientales, entre 2004 y 2010. En 2008, creó y también fue productor ejecutivo, de la serie Fringe, que ha tenido también un nivel mediano de éxito. Esta en especial, recordó la serie de los años noventa Los Archivos X, por la investigación de los fenómenos paranormales. En su reciente incursión en el cine, dirigió primero Misión Imposible 3 que recuperó parte del nivel de la saga que se había perdido con la segunda parte. Y luego dirigió una película más de Star Trek en 2009, que también recibió buenas críticas. Estos antecedentes demuestran que la obra de J.J. Abrams es una mezcla de talento y renovación, pero también es un realizador que levanta las viejas glorias perdidas de las obras de otros.
En Super 8, su última película, están presentes estas dos características de su dirección. En primer lugar, esta es un homenaje a las primeras películas de Steven Spielberg, cuando con historias de personajes sencillos, contaba sucesos fuera de lo normal. Y en segundo lugar, porque va más allá del evidente homenaje, porque le dio vida a personajes creíbles, que desarrolló en escenas de acción novedosas.
Super 8 tiene en abundancia, reminiscencias a películas taquilleras de los años ochenta como E.T. y Goonies. A otra entrañable, pero más íntima, como Cuenta conmigo. Y le da tiempo para hacer un homenaje también a George Romero y sus películas de zombies. Además, esta obra que el mismo escribió, tiene una clara influencia de las narraciones del novelista de terror y ciencia ficción, Stephen King. Un pueblo pequeño, un grupo de amigos que llevan graciosas conversaciones, malas relaciones entre padres e hijos, traumas emocionales, creatividad para las aventuras y un inmenso peligro invencible que los acecha, son parte de los clásicos elementos de King. De Spielberg toma la vieja lección que dio en Tiburón, cuando se demoró gran parte del metraje en mostrar el monstruo que aterrorizaba a la población. Pero por encima de todas estas influencias, J.J. Abrams logra un relato emotivo en la construcción y la relación de los personajes. Tiene una firme dirección tanto en los jóvenes actores como en las espectaculares escenas de acción. J.J. Abrams toma los fundamentos de estos expertos del cine y la literatura de acción, y hace un relato con una alta calidad narrativa que obtiene la empatía con el público.
Logra escenas para recordar, como la primera vez que Alicia (Elle Fanning) actúa ante la cámara del pequeño grupo amateur de cine en la estación de tren. O también, cuando ella hace su primera interpretación de zombie y muerde a Joe (Joel Courtney). Asimismo, la conmovedora escena en que se activa el proyector de Super 8 que muestra las imágenes de la mamá de Joe, y por supuesto, el desarrollo de la escena final con el símbolo más importante de la historia presente: el collar que la mamá de Joe le heredó. Con respecto a las secuencias de acción, el choque de los trenes sigue retumbando fuera de la sala, por encima de otros momentos de espectacularidad made in Hollywood. Los personajes adultos en general tienen desarrollado su carácter, pero sobresale el trabajo con el grupo de jóvenes actores quienes se llevan toda la atención, con sus diálogos e interpretaciones.
De todas formas la obra tiene sus defectos, porque a pesar de ser en términos generales una película entretenida y bien narrada, hay elementos que no están a la altura de los mencionados anteriormente, como el monstruo que se parece a otros ya vistos en las películas de Alien, y el problema de casting con el papel antagonista del actor Noah Emerich quien interpreta al déspota coronel Nemec, que no logra dar el suficiente temor que estaba estimado en el guión.
Igualmente, la película ofrece a los espectadores un regalo mientras ruedan los créditos finales: la ópera prima del joven Riley Griffiths en formato Super 8. Hay que verla así sea de pie, cuando el espectador ha creído que la película se ha acabado.
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