Hay ciertas leyendas que deben quedarse quietas en el lugar que se les recuerda. Indiana Jones es una de las que debió haberlo hecho, pero con la producción de la cuarta entrega de la saga, se desfiguró uno de los héroes cinematográficos más representativos de la generación de los ochenta.

Volviendo a los actores, no se salvan tampoco los experimentados británicos Ray Winstone y John Hurt, en los papeles secundarios de “Mac” y “Ox”, que más bien, parecían adornos ruidosos colocados en un árbol de navidad de mal gusto. La revelación nada sorprendente de que Indiana Jones tenía un hijo (Shia LeBouf), era absolutamente previsible y también lo era que apareciera su madre (Karen Allen), importada desde la primera película de la saga. Y más predecible aún, es que vengan en el futuro películas con el hijo de Indiana Jones. Que desgracia.
Pero sigamos con los desaciertos. Dentro del diseño de producción de tan costosa película, cabe preguntar, ¿cómo es posible en pleno siglo XXI que una película hecha por los dos reyes Midas de Hollywood, presente al país del Perú como una copia burda de México? ¿Qué incluso hasta la música de su banda sonora, tenga el aire mexicano y no el andino? Es que con esta muestra hasta el magnífico compositor John Williams queda muy mal parado. Esta cuarta entrega deja ver claramente el cansancio creativo que ya tienen Spielberg y Lucas, dos productores y realizadores, que han contribuido con grandes obras a la cinematografía de Hollywood, pero que ya se muestran carentes de ideas, y que están corriendo con el peligro de caer en lo grotesco.

Queda una duda muy grande: ¿Si los colosos de Hollywood están en crisis, cómo estará el resto? O también ¿Será que es hora de que ya piensen en retirarse? Al ver películas de otros genios veteranos activos como Woody Allen, Manuel De Olivera o Claude Chabrol, quienes en sus últimas obras han repetido sus antiguos temas y obsesiones, queda muy marcada la sensación de que siempre un mal Allen o Chabrol o De Oliveira, serán mejores que una superproducción de Spielberg y Lucas.
Para los que tienen un buen recuerdo de Indiana Jones es mejor que no vean esta película y que hagan caso de todos los malos comentarios de los espectadores que ya fueron a verla, porque son ciertos. Incluso termina de la manera más patética posible: !con un matrimonio! Estos finales tienen reserva de primera línea para las novelas, culebrones y melodramas televisivos, pero es así como acaban por completo con Indiana Jones: casándolo con la protagonista de la primera película. Aunque desde el inicio del metraje lo van debilitando de diversas maneras: lo muestran lento en sus acrobacias, ingrato porque es un mal padre que trata de reivindicarse al final con su hijo, temeroso porque monta en una motocicleta como copiloto, porque si la maneja seguro que se cae y finalmente exagerado, viendo extraterrestres salir disparados hacia el cielo en una nave gigante hecha de piedra. Sería mejor que Indiana Jones hubiera muerto en una intrépida aventura, tratando de salvar la humanidad o al menos a su insoportable bandera. Tendría más dignidad. No caería tan bajo como Rambo o Rocky que quieren seguir dando guerra en sus nuevas películas, a pesar de que ya les llegó el retiro y la jugosa pensión.
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