Las trilogías en el cine obedecen en la gran mayoría de oportunidades a dos intenciones para llevar a cabo su continuación: contar una extensa historia que no podía hacerse en una sola obra o contar las nuevas aventuras de unos personajes que causaron simpatía para el público en capítulos anteriores. La primera posibilidad da pie para la exploración de personajes con sus cosmovisiones, ideales, contradicciones y pasiones. En la segunda posibilidad, los personajes enfrentan nuevos retos que alteran su seriedad inicial y convierte en relativos, varios de sus puntos de vista debido a los retos de las nuevas condiciones. La primera opción tiene la tendencia a responder a motivaciones más nobles, a universos más enriquecidos, a dilemas del alma que dificultan la toma de decisiones ante la inminente finalización de un ciclo. La segunda responde más a intereses avarientos de explotar una fórmula conseguida para atraer al público con mayor rapidez a las salas de cine.
En la primera categoría hay películas inolvidables como El señor de los anillos, Los episodios 4, 5 y 6 de La guerra de las galaxias, la trilogía Qatsi de Godfrey Reggio y un poco más abajo la trilogía de Volver al futuro. En la segunda categoría están películas taquilleras como Piratas del caribe, Matrix, Spiderman, Jurassic park, Ocean´s eleven, El silencio de los inocentes e incluso las películas españolas de Torrente. En medio de estas dos categorías, aparecen trilogías que tienen de sobra la tercera parte, porque sus dos primeras dejaron una preciada huella que su tercer capítulo desvirtua un poco la saga, tal y como sucedió con El padrino, Terminator, Alien, Shrek y la trilogía Jason Bourne entre otras.
Con la llegada de Toy Story 3 parecía que este peligro podía sobrevenir, pero la compañía Pixar volvió a darle al público una obra conmovedora que en su trasfondo, le da un golpe inesperado a la coraza que impide recordar la niñez de un sector de los espectadores.
Toy story 3 tiene definido dos públicos, los niños que van a divertirse con los incidentes del gracioso y heterogéneo grupo de juguetes de Andy y el otro grupo, el de los adultos que recibieron una inesperada regresión. Para los niños la película es una montaña rusa colmada de escenas de valentía, temor, separaciones y reconciliaciones, con momentos de acción magnificados en mundos diminutos. Para los adultos, es un viaje a la niñez, para recuperar una generosa porción de la inocencia, creatividad y en especial, la ilusión de la temprana edad. Narrativamente está tan bien contada, que los adultos pueden desbloquear los muros que los separaban de su niñez para pasar a recordar aquellos viejos juguetes que los marcaron durante la infancia y que tuvieron un vínculo cercano alimentado de mucha fantasía. Salen a flote con facilidad los lamentos por la pérdida de los viejos juguetes pero sobre todo, por el olvido al que se les condenó.
Los conflictos están bien presentados y desarrollados, los personajes exhiben más características de su amplia personalidad, la animación continúa en el alto nivel que ha caracterizado a Pixar, las secuencias de acción son novedosas y el humor es constante con personajes como Rex, el histérico dinosaurio, el señor y la señora Batata, y el marranito Hamn. Pero un caso especial es la inclusión del mundo artificial, pomposo y frívolo de la Barbie y Ken, que en la película es replanteado con personalidad.
Esta tercera entrega hace en varios secuencias, homenajes a géneros cinematográficos como el western, a subgéneros como el cine de catástrofe, al cine disco de los setentas, al cine de latitudes musicales como el del flamenco y a la ciencia ficción de clase B. Estas reminiscencias ya las habíamos visto en varias películas de Pixar y otras compañías, pero en este colofón de los más famosos juguetes animados, si hay un homenaje gracioso y al mismo tiempo formal, con el nuevo personaje de Mr. Pricklepants y su representación de teatro de cámara de Hamlet, el personaje más reconocido de Shakespeare que ha sido llevado numerosas veces a la pantalla grande y que evoca a la inolvidable marca dejada por el actor inglés Sir Laurence Olivier en el lejano pasado cinematográfico. También es admirable el espacio dado a juguetes aun más viejos como lo son Lotso, Bebote y el teléfono con ruedas. En este punto, el viaje al pasado le da la entrada a un grupo de adultos mayores que tuvieron varias décadas atrás a este tipo de juguetes creados en la primera mitad del siglo XX.
Contrario a la letra de la canción de Joaquín Sabina, Eclipse de mar, que dice: “Hoy ha dicho el periódico que han hallado muerto al niño que yo fui”, la cinta Toy story 3 resucita a ese niño que muchos adultos creían que había muerto de ellos.
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