jueves, 25 de noviembre de 2010

Cine al patio: imágenes tras las rejas.

(Escrita el 1ro de octubre de 2007)


La cámara estaba lista, el encuadre ya armado.  En el salón de proyecciones de la sección educativa de la penitenciaria de Palogordo, la mayoría de internos hacían silencio para que se iniciara la entrevista.  El periodista de televisión estaba sentado en una silla junto a la cámara y Walter, el interno que iba a ser entrevistado, se ubicaba frente a él en otra silla. El periodista estiró la mano con el micrófono y le hizo la pregunta: ¿Qué  era lo que más le  gustaba de  las películas de cine al patio?  Walter respondió inmediatamente: de El maquinista de la general con Buster Keaton, la perseverancia del protagonista y de El  apartamento con Jack Lemmon, la generosidad de su protagonista.




El periodista quedó impresionado de la clara respuesta de Walter quien, en ningún momento titubeó para contestarle.  Todos sus nuevos conocimientos del mundo del cine, además de estar bien guardados en su  cabeza, estaban también apuntados en su sencillo  cuaderno de grapas, en el que durante 12 semanas había escrito juiciosamente las clases recibidas de apreciación cinematográfica. Estos apuntes los repasaba cuando estaba en su celda y cuando comentaba con sus compañeros las películas que vieron en las sesiones. Con la misma seguridad de Walter respondieron a las preguntas del reportero, Alejandro y Carlos, otros dos internos. La razón de la presencia del periodista, la cámara y el camarógrafo del programa de televisión Cámara Directa, fue para hacer una nota periodística del proyecto Cine al Patio, que estaba llevándose a cabo en las tres penitenciarias del Área Metropolitana de Bucaramanga y que simultáneamente se desarrolla en otras de 12 ciudades de Colombia.

Walter fue parte del grupo de 50 hombres de la penitenciaria de mediana seguridad de Palogordo que  todos los viernes en la mañana esperaban con ansiedad la película que iba a ser presentada.  Ellos venían de distintos patios, y para algunos, ese era el único  momento para establecer contacto  con compañeros de otros patios.  En el gran salón de proyecciones los mismos internos se encargaban de acomodar las sillas, tapar los ventanales, armar la pantalla, probar el video beam y balancear el sonido.

Como docente del programa de Artes Audiovisuales tuve la oportunidad de orientar este proyecto que fue  diseñado desde  hace  5 años por la Universidad Nacional de Colombia y que permite  entrar en contacto con el mundo de quienes han perdido su  libertad y que reciben la noticia de la llegada del cine con los ojos y el corazón abiertos.  Este semestre el ciclo se llamó El poder de la risa y  su  objetivo fue  enfocarse en la comedia para ofrecer un espacio de apreciación del arte acompañados con una sonrisa.

En las 12 sesiones pudieron ver películas de maestros de la comedia como el inglés Charles Chaplin, los norteamericanos Buster Keaton y Jack Lemmon, el mexicano Cantinflas, el colombiano Dago García, el francés Francis Veber y el inglés Peter Cattaneo.
Títulos como Tiempos Modernos, El maquinista de la general, El apartamento, El analfabeto, Te busco, El Closet y The Full Monty, hicieron reír y sobre todo aplaudir al público que pudo salir de su claustrofóbica realidad durante las tres horas que  duraba cada encuentro.  El ciclo fue diseñado para que dentro de este género cinematográfico se vieran películas llenas de valores como la autoestima, la amistad, la perseverancia, la unión, la tolerancia y el respeto.  Las risas fueron el pretexto para  tocar estos temas en las charlas que se realizaban después de cada proyección.  Además, se revisaba como distintas culturas contaban sus historias desde las acrobacias del cine mudo hasta las más situaciones extremas del cine de nuestros días.

 
Cada uno  de los recintos tenía su particularidad.  En el reclusorio de mujeres, el encuentro se hacia los miércoles en la mañana en la biblioteca con el grupo  que  coordinaba la psicóloga María Eugenia Almeida, donde las mujeres al final de cada sesión escribían su apreciación de las películas en pequeñas hojas  repartidas al inicio del encuentro. Y como había algunas que no sabían leer ni escribir, su aporte se manifestaba con un dibujo en el papel para dejar su pequeña huella.

En el reclusorio se destacaban las llamadas “chicas zanahoria” quienes eran el grupo coordinador de la biblioteca. Ellas se encargaban de convertir el salón de lectura en sala de proyección.  Eran llamadas así porque usaban unas camisetas naranjas cuando trabajaban en este lugar y se caracterizaban por su organización, su buena voluntad y una sonrisa permanente.

En la cárcel Modelo la cita era los jueves en la tarde con el grupo de Preacogida que coordinan los dragoneantes del Inpec Luis Felipe Duarte y Heriberto Flórez.  Este grupo es el que se está rehabilitando por adicción a las drogas.  La cita con ellos era en un gran salón situado en este patio donde acomodaban sobre dos muebles el televisor y el  DVD, y luego colocaban 50 sillas Rimax, donde se ubicaban reclusos de varios patios.  A pesar del calor del recinto, ellos se divertían mucho y siempre aplaudían al final de cada función.

En Palogordo por su ubicación, la cita se daba durante toda la mañana del viernes.  Esto debido a que para llegar allá,  se emplea una hora y media en vehículo desde Bucaramanga, y además, porque hay que cruzar 5 entradas para poder ingresar hasta el área de Educativas, donde se ubica el colegio con sus salones, sus computadores y su salón de eventos, lugar que  luego se convierte en el salón de proyecciones. Allí con la coordinación de los dragoneantes Oscar Vargas, Wilson Jaimes y Carlos Méndez, se dispone de un amplio lugar para hacer la actividad.  En este lugar los internos mejor preparados son docentes de aquellos que todavía no han podido  terminar su bachillerato y durante la semana les dictan clases para que dentro  del  lugar  puedan mejorar su educación.  Esto ha fortalecido los lazos de unión entre ellos.

A medida que avanzó el ciclo, los internos me contaron algunas historias como la de José, un hombre que mientras estuvo prestando el  servicio  militar a comienzos de los años setenta fue parte del departamento de comunicaciones. En esa época sin Betamax, ni VHS, los soldados llevaban un proyector de cine a los pueblos para que la gente viera películas. En muchos de estos lugares no  había ni siquiera salas de cine, así que este era el único momento que tenían para verlo. La especialidad eran las películas de Cantinflas y Capulina, los héroes populares mexicanos. Cine al patio le recordó a José esas épocas.  Hubo otro interno en la Modelo, quien también recordaba con cariño a Cantinflas porque tiempo atrás había sido payaso en un circo y su estilo lo basaba en el comediante mexicano para entretener a la gente.

El proyecto ha tenido tantos avances que en Palogordo, varios de ellos se han entusiasmado bastante con el cine. Tanto así que empezaron a escribir un guión para  un cortometraje.  Como docente me solicitaron material escrito para conocer mejor la manera de desarrollar un guión, que han estudiado detenidamente.  Ellos están diseñando la obra y ya han pensado usar todos los edificios del reclusorio  y transformarlos en locaciones, para poder contar su pequeña obra. Ojalá pueda ver la luz un día como varios de ellos después de cumplir sus condenas para que puedan aprovechar el cine como un vehículo para compartir emociones, sensaciones y miradas del mundo.

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