(Escrito el 10 de febrero de 2009)
La promoción de las películas por parte de los departamentos de mercadeo de las diferentes compañías productoras de cine, nos acostumbran a un bombardeo constante de entrevistas, anuncios publicitarios, afiches, postales, festivales, ruedas de prensa y trailers en todos los medios posibles: radio, prensa, televisión, cine, internet y hasta correos electrónicos. Solo falta que lo hagan por llamadas telefónicas domiciliarias como varios candidatos políticos ahora lo hacen.
En esta práctica donde la maquinaria norteamericana de Hollywood tiene absolutas ventajas por el dinero que tienen para invertir en este despliegue, se cuela a veces alguna película que también tiene una gran promoción sin necesidad de tanto dinero. Esto sucedió con el film Vicky Cristina Barcelona de Woody Allen, que lo tuvo inicialmente con la invitación por parte de la administración de la ciudad condal de España y también con la firma del contrato con la compañía de cine Mediapro, en la que aseguraban la financiación de tres películas del gran realizador neoyorquino. Una propuesta difícil de rehusar para un realizador prolífico e independiente que constantemente está produciendo, pero que también lo haría ponerse al servicio publicitario. Solo faltó que el Fútbol Club Barcelona también invirtiera en la película y que alguna escena se filmara dentro del Camp Nou, pero no, el Barça por ahora no necesito de esas ayudas. Ya para eso pagan mucho dinero a sus estrellas.
La expectativa que se generó fue muy alta, porque años atrás Allen ya había instalado su base de realización en Londres con tres películas como lo fueron la exitosa Match Point, la intrascendente Scoop y la entretenida El sueño de Casandra. Woody Allen dejó atrás el sueño permanente con Nueva York, su ciudad natal y se trasladó a producir en Europa. Esto le permitió también trabajar con grandes actores del viejo continente como Ewan McGregor, Jonathan Rhys Myers y Colin Farrell. Además inició así un ciclo con su nueva musa rubia, la norteamericana Scarlett Johanson, quien ha estado en toda esta fase, pero que únicamente no fue llamada para El sueño de Casandra. Ante este cambio de latitud, Allen buscó actores para rodar a orillas del Mediterráneo, y al saberse públicamente que participarían en el rodaje Javier Bardem, el reciente ganador del Oscar a mejor actor coprotagónico, Penélope Cruz la diva española del momento y por supuesto su nueva musa rubia, esta expectativa fue aumentando.
La combinación de Woody Allen, más tres grandes actores estrellas y la ciudad de Barcelona, parecían la receta para una gran película que desafortunamente no llega a serlo. Vicky Cristina Barcelona es una película bien contada, bien actuada, con una puesta en escena maravillosa en Barcelona y Oviedo, pero está muy lejos de ser la gran obra que se promociona en los premios Globos de Oro e incluso en los premios de la Academia Británica. Su exhibición causa rápidamente una división en el público. En primer lugar están los seguidores de Woody Allen que han visto sus películas a lo largo de cinco décadas, y por otro lado está el público que va a ver la película porque en ella están las estrellas mencionadas, con el objetivo de buscar entretenimiento. Para estos últimos la película es un acierto total, porque se ríen a carcajadas con las situaciones, los diálogos y los puntos extremos a los que llega el relato. Pero para los seguidores de Allen la película está muy distante de aquellos grandes momentos de profundidad de la falsedad en las relaciones humanas logrados por medio del género de la comedia en películas con mejores diálogos y conflictos como Annie Hall, Hanna y sus hermanas, La rosa púrpura del Cairo entre las clásicas y Sweet and Lowdown entre las últimas .
Este relato vacacional de la búsqueda de la esencia de dos mujeres estadounidenses tiene varios clichés para articular, en donde aparecen figuras prototípicas como el macho español, la mujer histérica latina y la rubia desubicada. Allí empieza la debilidad de la narración porque el personaje de Juan Antonio el pintor, no es tan profundo y Bardem lo hace sin esfuerzos, no quiero decir por esto que sea malo, sino que es fácil de encasillar su interpretación, que poco a poco se va desdibujando. Scarlett Johanson queda catalogada una vez más, como la mujer que se encuentra en el lugar equivocado y que tiene un espíritu incomprendido que ya fue visto en otras películas como Lost in Traslation y Match Point. El poder en la pantalla que había logrado antes, lo ha estado perdiendo por esta encasillamiento aunque se encuentre trabajando con un gran director. Y finalmente esta Penélope Cruz, quien por el momento está en la retina mundial por esta interpretación llena de ira, gritos y violencia, es decir una gran exageración, por la cual es esperado que logre un premio Oscar. Si este premio es obtenido por ella, lo hará más por la fama que ha logrado con la película que por su calidad interpretativa, que si ha sido mucho más destacada e inolvidable en grandes obras como Volver, Sin noticias de Dios y Todo sobre mi madre.
Pero Vicky Cristina Barcelona si tiene un punto muy bien logrado y es el personaje de Vicky interpretado por la actriz Rebecca Hall, quien no tiene tanto nombre como sus coprotagonistas pero que le da una mayor dimensión a su personaje con el dilema existencial que la divide entre dos tierras: la calmada y aburrida vida norteamericana por un lado y por el otro, la liberación de espíritu y cuerpo que tiene en la costa del nordeste de España. Hall anteriormente tuvo un papel interesante en The Prestige con un registro de época, pero será mucho más recordada sin dudas por Vicky Cristina Barcelona.
En conclusión, la última película de Woody Allen dejará satisfecho al público incauto que pagó su entrada para verla por los nombres de los actores, pero no dejará un buen gusto al público que entró a verla por el nombre y carrera de su director, debido a la ligereza en general con que es contada.
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