(Escrito el 24 de marzo de 2010)
Nelson Mandela es una de las figuras más importantes de la humanidad en el periodo que corresponde a la segunda mitad del siglo XX. Junto a Mahatma Gandhi, son dos hombres que se convirtieron en símbolos de pueblos oprimidos por los imperios europeos en Sudáfrica e India respectivamente, y ellos dos lograron un nivel de grandeza del cual sus opresores no habían tenido noticia. Un mensaje de paz, perdón y reconciliación, fue un golpe que no esperaban de parte de sudafricanos e indios, cuando lo más predecible hubiera sido una respuesta violenta y vengativa, como respuesta a las atrocidades que se cometieron por una auto proclamada superioridad racial, económica, educativa y hasta intelectual que se dieron los europeos.
Mandela tuvo la difícil misión de tratar de unificar dos pueblos en Sudáfrica, una gran mayoría pobre integrada por nativos africanos provenientes desde los pueblos Zulu y Xhosa y una minoría acaudalada compuesta por colonizadores europeos que desde el siglo XIX, fueron mezclándose entre holandeses, alemanes y franceses, que luego fueron denominados en un solo grupo, con el nombre de boers o afrikáners.
Un poderoso relato de la vida real, que escribió el periodista británico John Carlin radicado en Sudáfrica, con la novela El factor humano (Playing the enemy), fue la inspiración para el guión de la película Invictus que fue escrito por Anthony Peckham.
Clint Eastwood el denominado, “último de los directores clásicos” hace la dirección de esta película y su protagonista, el laureado actor Morgan Freeman, asumió este proyecto como personal, ya que hizo parte de la producción ejecutiva y contó con la venia del propio Mandela para ser su intérprete.
La película Invictus centra su relato en los acontecimientos que llevaron a Sudáfrica a lograr la Copa Mundial de Rugby en el año de 1995, un acontecimiento clave para algunos países del mundo que se celebran con un intervalo de cuatro años, tal como lo hacen grandes competencias como la Copa mundial de fútbol o los juegos Olímpicos. Esta copa inició de manera organizada desde 1987. La obtención de este título se convirtió en el símbolo de victoria para el pueblo sudafricano que durante mucho tiempo fue separado de todo tipo de competencias debido a su denigrante política de segregación llamada Apartheid, en la que limitaban los espacios públicos para los habitantes de raza negra.
A pesar de una secuencia inicial muy bien lograda con la liberación de Mandela y el nuevo destino para este territorio austral, la película Invictus con todo este peso histórico tras de si, queda más como un registro bondadoso y benévolo de este momento crucial para el país africano. Su guión resalta la nobleza de sus dos protagonistas, Nelson Mandela como presidente y François Pienaar como capitán del equipo de rugby, pero la tensión que representa para el país el apoyo a un equipo de blancos que era símbolo del régimen segregacionista, no logra conseguirlo a pesar de las reiteraciones en diálogos y escenas. Clint Eastwood ha tenido en la dirección de actores durante su carrera filmográfica como una característica clave de su obras, que proviene de su amplio pasado como actor, pero esta vez, las actuaciones son débiles, Freeman que interpreta a Mandela, se vuelve reiterativo en sus frases célebres y sabias, y la interpretación de Matt Damon, como Pienaar es débil y sin fuerza, lo que dificilmente explica la sobrevalorada nominación a los premios Oscar. El interés de la película se enfocó más en la recreación de los partidos y la puesta en escena de la acción y relega la dirección actoral, que se nota aun más en los papeles secundarios, que por varias escenas parecían solo la recitación de los diálogos. Este problema ya venía sucediendo desde la película anterior de Eastwood, Gran Torino donde la posibilidad de realismo de sus actores terminó siendo sinónimo de desinterés.
Como el final de la película el espectador ya lo sabía antes de entrar a la sala, el reto estaba en la narración de esos hechos, y aquí la película pierde su carácter, y termina pareciéndose más a una película empastelada de deportes y no a un relato simbólico de la historia de un país. Los momentos más emocionantes de la película lo logra el poder de la palabra del poema “Invictus” de William E. Henley, pero sus imágenes de recreación de la dolorosa vida de Mandela en la cárcel no están a su altura. Esta es una película que no trascenderá en la filmografía de Eastwood, Freeman y Damon. Le queda mejor dejarla recomendada como una película más sobre la superación.
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