viernes, 3 de diciembre de 2010

Gigante: gigante de pies pequeños

(Escrito el 10 de marzo de 2010)


El subgénero de las comedias románticas en el que la obtención del amor se convierte en el objetivo final de la obra, ha tenido un profundo desgaste en las dos últimas décadas, porque especialmente en Estados Unidos donde  más películas se hacen bajo sus elementos formales, han construido relatos con situaciones y acciones que finalmente se ven forzadas, exageradas y a veces truculentas.  Por esa razón ver historias de amor con ciertos momentos cómicos se convierte en muchas ocasiones en un acto tedioso de dos horas.
Todo lo contrario sucede con la película uruguayo - argentina Gigante de Adrián Biniez, que le apuesta a la construcción de un sencillo relato en el que un vigilante de un inmenso supermercado de cadena se enamora de una aseadora solo porque su rostro entra en primer plano en las cámaras de vigilancia de su cuarto de monitoreo.   El detonante para la fijación con ella parte de un cómico accidente y a partir de ahí su historia se construye con tanta cotidianidad que la convierte en una de las películas más honestas que se hayan visto últimamente, al menos en Latinoamérica, dentro de los límites de la comedia romántica.   Los gritos y gags que tanto desgastan este subgénero, acá no aparecen ya que otro de los grandes valores de la obra es el silencio permanente en cuanto a los diálogos de los personajes, que convierten el acto de voyeurismo del vigilante Jara en una actividad cómplice para el espectador. 

La mirada de Jara, es la mirada del público, las preguntas elementales de Jara, son también las que el público empieza a hacer de manera reposada, porque su sosegado minimalismo da tiempo para ello.  Gigante es un homenaje al movimiento documental direct cinema de los años sesenta que  filmaba a personajes sin intervención del director, para que la realidad tuviera una fluidez y la cámara se volviera casi invisible. Jara es un hombre taciturno que además de ser el vigilante nocturno del supermercado es también guardia de seguridad los fines de semana en un bar de rock llamado Molotov, donde es requerido debido a su altura y corpulencia. Esta paradójica característica del personaje de Jara lo hace visible para infundir temor a los rockeros agresivos, pero lo vuelve invisible para demostrar sus sentimientos amorosos hacia Julia.
Gigante fue la película ganadora del reciente festival de Cine de Cartagena en su edición número 50 y aunque en técnica y presupuesto estaba por debajo de propuestas tan logradas como la argentina El secreto de sus ojos , ganadora del premio Oscar a mejor película extranjera y la española Celda 211 ganadora de 8 premios Goya en España, su narrativa sin tantas presunciones y ambiciones lograron merecidamente la estatuilla de ganadora y también tres premios más para su actor Horacio Camandule, el guión del propio Biniez y el premio de la crítica.  Este fue un acierto del jurado, ya que estas dos películas, son para  competiciones de mayor presupuesto, en las que han demostrado su alta valía. Un premio India Catalina puede faltarles en sus estantes después de lo logrado en Los Angeles y Madrid respectivamente.
Otro elemento protagónico en Gigante es la ciudad de Montevideo, que durante las caminatas en las que Jara espía a Julia, se nos va presentando con su arquitectura antigua y gastada, con sus silenciosas playas, con sus casas perdidas en el tiempo, que convierten a la obra en un pequeño viaje por la vida tranquila de esta capital del sur del continente.  En Cartagena y Berlín, Gigante ha salido aplaudida, porque lo merece. Los festivales permiten estos gustos, en este caso ver cine latinoamericano proyectado en pantalla grande y no en video como desafortunadamente es costumbre por los problemas de distribución,  que demuestra  la paradoja,  que estando cerca , pareciera que estuviéramos muy lejos.

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